Wednesday, February 06, 2008

Siete años

Otra vez despiertas y te haces la misma cansada pregunta. Esa que buscas responder en todos lados, esperando que brote como un manatial en el Sahara y apague esa maldita sed que te quema las entrañas y que ha convertido tu interior en el más hostil de los desiertos. Buscas debajo de cada piedra, de cada letra, de cada nota, de cada mirada, de cada aroma que a veces parecen afinarse a la frecuencia de tu cuestionamiento, palabras a flor de labios que presientes pero que nunca escuchas mientras el tiempo, callado y sigiloso, te aleja poco a poco de la respuesta.
Todos los días terminas exhausto, pensando en donde más buscar, los lugares que pudiste haber olvidado, una nueva forma de formular la pregunta, esos pequeños y simples detalles que resultan ser la llave de los grandes enigmas, lo que todos obvian, lo que a nadie se le ocurre, el grano de arena que le faltaba a la playa. Pero la verdad es otra, desde el primer día conocías la respuesta, esa que te dió miedo haber descubierto por ser tan cruda como un cuerpo recien convertido en cadáver, esa muerte tan viva que te hiela, caricia de hidrogeno líquido. Entonces preferiste huir, negar la verdad y cubrirla con el manto de la superstición, el beneficio de la duda, dos de tres y después cinco de siete, el juego de volados que esperas que nunca se empareje que es tan falso como la moneda con la que lo juegas.
No, el espejo no se rompió, no cayo sobre ti una maldición. Ese es tu rostro.

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