Saturday, July 15, 2006

El péndulo del deseo

Vas por la vida mirando a todos lados, esperando encontrar que una cara se salga de lo habitual, esperando escuchar una voz que haga resonancia con la tuya y que los dos compartan el mismo sueño. Bueno, así vives y nunca encuentras nada más que espejísmos aunque eventualmente según la ley de probabilidad un día te cruzaras con esa persona que seguramente será bajita, gorda y fea y entonces girarás la cabeza y cerraras los ojos.

Mientras esa busqueda se lleva a cabo hay encuentros con gente que lo único que tiene es carne y eso porsupuesto es un grán placebo, la morfina para los corazones rotos. No hay esperanza, no hay futuro, no hay vergüenza, no hay sentimientos, no hay celos, no hay compromiso. Lo único que hay es una gran cojida. Instinto puro, satisfacción del apetito, nada más.

Mantienes los ojos cerrados mientras te tiendes exhausto, el sudor en tu frente se evapora y de pronto los despegas dejando colarse la luz que se escurre entre la penumbra y es suficiente para ver su cuerpo abatido, dejando salir suspiros cada vez más cortos, como si estuviera agonizando. Su piel brilla por el sudor. Inmóvil, sonriente, lánguida, muda. Sientes como cada uno de tus músculos se suelta, el estruendo de tanto deseo contenido al escaparse parece ensordecerlo todo. Mente en blanco. Viaje estático por tus entrañas. El cuarto se balancea de un lado a otro como una hamaca gigante empujada por la brisa marina. De pronto ella resucita. Su mano se aproxima y toma tu miembro, lo acaricia al ritmo del disco de Cocteau Twins que no ha dejado de sonar. El ritmo hipnótico ahora mece sus caderas, aprieta su pecho contra tu costado. Aquí viene de nuevo. La paz revienta en esa nueva ola. Sus ojos arden, sus nalgas arden, toda ella es un incendio forestal que no se detendra hasta que no quede nada. Mi lengua habla el idioma de su mar. Sus piernas se agitan en esa marea que sube y que pronto cubrira las dunas, me ahogará a mi primero y después a ella, esta muerte pequeña es segura para ambos. El fragmento de nuestras vidas que solo es nuestro, que nos une en una colisión que de nuevo nos arroja en sentidos opuestos. El resto de los días transcurren en buscarnos, animales perdidos en el bosque que nunca encontraremos la parte de alma que nos fue robada hace muchos años.

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