Friday, October 20, 2006

Una lágrima de cereza

De la caja negra de Zerulean:

Un domingo, cuando llegaba a la calle donde vivía, después de un paseo en bicicleta ví el auto de Cecilia estacionado frente a mi puerta. Ella estaba sentada sobre el cofre con la expresión de haberme esperado por largo rato. No teníamos ningún plan previo así que me extraño verla ahí y más aún con esa cara. Desmonté la bicicleta justo frente a ella y mientras me quitaba el casco y los audifonos me miró y dijo: -Se te marcan mucho los huevos con ese short.- Ella solía hacer ese tipo de comentarios, tenía un gusto desmedido por la altisonancia. Solo se me ocurrió meter mi mano por debajo de su falda y apoyarla en su sexo. Entonces me acerque a su oido y le dije: - Para ser mujer, me parece que los tuyos se marcan más.- Me besó y me dijo -Hola.- Siempre hacía eso, anteponer una frase absurda antes de saludarme, como el prefacio a ese libro incomprensible que era ella misma.
Más tarde, ya estando en su casa, cuando nos bañabamos ví que un hilo de sangre diluida por el agua de la regadera le escurría pierna abajo. Ella me miró y luego apunto sus ojos a lo que me llamaba la atención. -Bueno, es oficial. Este més no serás papá.- Una semana antes me había dicho que estaba retrasada. Me abrazó y recargó su pierna manchada contra la mía, como si quisiera compartirme la experiencia de menstruar.
Salió desnuda del baño, y sin secarse entró a su cuarto y abrió la puerta corrediza hacia la terraza. Yo la seguí después de amarrarme una toalla a la cintura y la encontré apoyada contra el barandal mirando a la luna. Sobre su piel, erizada por el fresco de la noche, aún le brillaban algunas gotas de agua.
- Mira. La luna está menguando. Igual que yo. Ella y yo siempre coincidimos en nuestras fases. Algun día estaré llena durante nueve meses, me pregunto si ella tambien se quedará así por tanto tiempo. Me pregunto si entonces también tu te quedarás.-
La ví con esa mirada triste que muy rara vez se aparecía por su rostro.
- Tu eres la que siempre dice que cuando te embaraces me dejarás.-
- Ah, es cierto. Te voy a dejar cuando me embarace.-
- Tu pierna se manchó de nuevo.-
- ¿Te incomoda?-
- No más que a tí.-

Entonces me quitó la toalla y volvió a recargar su pierna contra la mía dejandome algo de su sangre en el muslo.
- Ahora dime, ¿te incomoda más que a mí?-
- No más que a tí. Esta sangre no sale de mí.-
- Estoy llorando y tengo los ojos secos. Parece que sólo me queda esta lágrima roja. Mejor ven, vamos a cojer.-

Ví como sus pezones se endurecían. Eran grandes como la falangeta de mi meñique. Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto.

Por la mañana desperté y ella no estaba en la cama. Miré al rededor y no la encontré. Me dirijí a la cocina y ahí la ví sentada leyendo un viejo comic de la pequeña Lulú mientras bebía un bloody mary.
- Al menos incluyes alguna forma de vegetales en tu dieta.-
- Con el vodka estoy segura de que este tomate esta desinfectado. ¿Sabes? Creo que Toby no ha de estar circuncidado. Fito creo que si. Parece judío. Buenos días.-
- Buenos días. Voy al super, ¿quieres algo?-
- Unos tampones de vainilla, porfavor.-

Algo me hacía pensar que en verdad Cecilia tenía papilas gustativas en su vagina y esa idea me congelaba la piel. Por eso no le dije nada y salí de la casa pensando en cual sería su sabor favorito aparte del de los tampones.

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